Toda actividad humana esta envuelta en la realización de un fin. Los movimientos que afeccionan a las pasiones potenciales en el hombre se dan de diversas formas. Las emociones tienen una gama amplísima de captación y funcionamiento. Todo proceder humano es una expresión de ánimo, una forma de dar el ser. Los estados emocionales están indiscutiblemente ligados a las pautas otorgadas por la inteligencia, dada ésta por la propiedad humana de la razón. De una u otra forma otorgamos de nosotros al mundo, y de igual modo recibimos, interactuamos con lo que existe fuera de nosotros, lo que percibimos como objeto de nuestro conocimiento. Al participar de las emociones estamos propensos a experimentar rangos fluctuantes, en su medida polos opuestos. Ciertamente que no cabria evidentemente, darle una calidad moral al orden emocional, es decir, que ciertas emociones no son en sí mimas buenas o malas, sino inadecuadas o adecuadas en determinados momentos y bajo algunos aspectos. Para la forma de apreciación oriental acerca del entender del mundo las cosas en sí, no son buenas ni tampoco malas, las cosas son simplemente lo que son, el hombre es el que les da un sentido, y se los da conforme a sus formas de apreciación, las formas que otorga la subjetividad humana.
Un ejercicio altamente didáctico o pedagógico es el de la interpretación de las emociones, para manejarlas, para conocerlas, comprenderlas y controlarlas. En oriente es milenaria la noción del dominio sobre los sentidos. Dominar los sentidos no significa renunciar a las emociones, eso de ningún modo es así. Responder antes que reaccionar es la pauta que hay que seguir en la actividad cotidiana. Mas allá de orientarnos en el campo de la ciencia experiencial dentro de los campos de la neurología o alguna otra ciencia relacionada con el estudio de las actividades físico-químicas o neurológicas en la persona humana, cabria reflexionar que no toda obra y percepción humana se reduce a una forma de ésta índole. El estudio del hombre va desde el mismo punto de percepción o de apreciación hacia otro campo de apertura. Es entonces el conocimiento holistico del hombre, el que mueve los motores que giran entorno al saber vivencial y conceptual del ser humano, hacia lo cuantitativo y lo cualitativo.
No se puede negar que las decisiones humanas están ligadas al campo de conciencia que contiene el individuo y por lógica consecuencia a sus posibilidades de elegir caminos o en su defecto de omitir otros tantos roces situacionales. El hombre tiene su existencia en sus propias manos, se hace conforme vive, da de sí y recibe del mundo. El hombre es sujeto de pasión y reacción. El intelecto posteriormente brinda la respuesta, la que con la fuerza del tiempo y experiencia se irá tornando en certera. Lo anterior no implica que se carezca de esencia humana. La esencialidad humana es la base de todo cambio, de toda accidentalidad, de toda contingencia o situacionalidad subjetiva. Cada ser humano vive una experiencia de vida particular conforme a sus circunstancias y “posibilidades”, las que el sujeto se impone, debido a sus formas del entender.
Tanto las emociones, como la conciencia y evidentemente la propia racionalidad en el hombre, son las claves para hacer y deshacer la estructura de vivencialidad en el mundo. Desde la conciencia crítica hasta el afán de hermandad universal son maneras de proceder, son conductas, hábitos, decisiones internas trasladadas al plano de la realidad empírica, es la idea manifestada en la materia. Sabemos de antemano que la energía mueve todas las cosas, la energía es el principio de todo acaecer, ya la ciencia lo ha demostrado tanto racional como fácticamente. Ahora pues, el obrar humano está basado en impulsos, tendencias, disposiciones, deseos, creencias, convicciones. Lo dicho con antelación no es otra cosa que energía con un determinado nombre. El amor es un tipo de energía al igual que el odio, dos fuerzas que simplemente son, carecen en sí mismas de calidad moral, pero no de sentido vibracional.
Ahora podemos adéntranos en el tema de la eutanasia, el bien morir. Todo tema, toda materia requiere de una meditación previa, de asiduo estudio y hasta por salud, ostentar un mentalidad que provea de imparcialidad a la materia abordada. Ya hablamos de energía, razón y tendencias. Estos son factores naturales, son principios antropológicos y factores imprescindibles si se quiere llegar a un acuerdo en los temas que respecta a la muerte y vida humanas. Para saber que es la muerte primero se debe entender la vida. Menudo problema en el que nos hemos metido!, intentar saber qué es la muerte o la vida. La historia de la filosofía se ha plagado de opiniones y también aciertos acerca de estos temas. Tampoco podemos prescindir de la religión y del aspecto espiritual del hombre, que no necesariamente es lo mismo. ¿Cómo saber que decisión, a que pasión se le debe de hacer caso para decidir sobre la muerte, ya no se diga sobre la vida misma?
El filósofo moderno descartes, hablo en su discurso del método, que por cierto es muy ameno , para todo aquel que se identifique con una verdadera actitud filosófica, o para aquel que busque un metodologica vivencial, del proceder metódico para llegar a la certeza, a una certeza. Todos queremos llegar a la certeza. No olvidemos tampoco que buscamos un bien, y así sucesivamente hasta llegar a un bien supremo. Existen en nuestros días un buen número de terapias, proyectos pedagógicos, talleres y todo lo relacionado con el conocimiento profundo e interior del ser humano. Es que el hombre actual esta ávido de auto-conocimiento, de emotividad. Esto es porque el hombre es por esencia un ser de sentido. Hasta vivir sin sentido, es darle un sentido a la vida. Por ende a todas las cosas les damos un sentido, independientemente del sentido que tienen por sí mismas. Así a las cosas las tomamos conforme al sentido que le damos, o las veamos, esto influye en nuestras decisiones.
Para tratar el tema de la muerte, hay que contemplar también la influencia de la cultura. La cultura le proporciona un sentido axiológico a las cosas, a las tendencias humanas. Tenemos que reflexionar sobre nuestras creencias y actitudes, no se diga hábitos; que son los que en su mayor medida nos van formando, para sopesar ideas y así tomar mejores decisiones. No hay que seguir ideas impuestas, simplemente por que los demás las siguen, hay que dejar a un lado los valores conceptualizados para vivencializarlos y sentir así un verdadera conciencia moral o verdad moral, la congruencia entre la palabra y el hecho. Es precisamente la energía emotiva, en sus diversas gamas, la empatía hacia la vida, y la racionalidad las que nos dan un entender más armonioso sobre la razón de la muerte y del vivir.
La filosofía y la espiritualidad están muy por encima de otras ciencias que debaten sobre estos temas, y lo están por que son la base de todas las ideas que los rigen. La medicina necesita de la reflexión, de la universalidad, de la ética, de la bioética. Le teología necesita en su medida de la razón conciliadora para con la fe. El derecho se erige por sobre los fundamentos de la racionalidad, por sobre las bases de la actitud de filosófica, de ahondamiento, hasta de idealización.
Por ejemplo el buddhismo habla sobre la causa, la verdad y el origen del sufrimiento. Muchas religiones o filosofías, modos de entender la vida orientales hablan acerca de formas diversas de abordar el sentido de la vida y la muerte. En occidente la psicología humanista, el movimiento de la nueva era, y muchas tendencias más de reflexión brindan opciones. Pero lo más importante es la conciencia individual más no individualista. Cada quien, por medio de su arbitrio es responsable de sus decisiones. En el mundo material, y ciertamente en el espiritual en cierta medida, existe la causalidad y no tanto la casualidad. Todo tiene un por qué, una finalidad, causa eficiente y fin último. Tenemos voluntad, decisión, disponibilidad de ejecutar un acto moral, el que contiene inteligencia, libertad y voluntad. En cuanto a proyecto, el hombre tiene un cúmulo de posibilidades a la mano, las que la conciencia capte. En cuanto a esencia, el hombre tiene la tarea de llegar al ser, de utilizar la meta-conciencia, la capacidad de la conciencia para reflexionar sobre sí misma. Cada uno de nosotros está en el mundo para dar de sí, para captar la unidad dentro de la multiplicidad material. Decimos pues, que la decisión del camino y método, es netamente una cuestión de la conciencia individual, conforme a las percepciones, actitudes y tendencias. Lo que sí es recomendable, es nutrir el alma, el espíritu mismo de saber, de conocimientos que nos enriquezcan la mente, para que vayamos por el mundo aplicando el arte del bien vivir y así comprender lo que es, el buen morir. Como todo, es una cuestión de conciencia.
Un ejercicio altamente didáctico o pedagógico es el de la interpretación de las emociones, para manejarlas, para conocerlas, comprenderlas y controlarlas. En oriente es milenaria la noción del dominio sobre los sentidos. Dominar los sentidos no significa renunciar a las emociones, eso de ningún modo es así. Responder antes que reaccionar es la pauta que hay que seguir en la actividad cotidiana. Mas allá de orientarnos en el campo de la ciencia experiencial dentro de los campos de la neurología o alguna otra ciencia relacionada con el estudio de las actividades físico-químicas o neurológicas en la persona humana, cabria reflexionar que no toda obra y percepción humana se reduce a una forma de ésta índole. El estudio del hombre va desde el mismo punto de percepción o de apreciación hacia otro campo de apertura. Es entonces el conocimiento holistico del hombre, el que mueve los motores que giran entorno al saber vivencial y conceptual del ser humano, hacia lo cuantitativo y lo cualitativo.
No se puede negar que las decisiones humanas están ligadas al campo de conciencia que contiene el individuo y por lógica consecuencia a sus posibilidades de elegir caminos o en su defecto de omitir otros tantos roces situacionales. El hombre tiene su existencia en sus propias manos, se hace conforme vive, da de sí y recibe del mundo. El hombre es sujeto de pasión y reacción. El intelecto posteriormente brinda la respuesta, la que con la fuerza del tiempo y experiencia se irá tornando en certera. Lo anterior no implica que se carezca de esencia humana. La esencialidad humana es la base de todo cambio, de toda accidentalidad, de toda contingencia o situacionalidad subjetiva. Cada ser humano vive una experiencia de vida particular conforme a sus circunstancias y “posibilidades”, las que el sujeto se impone, debido a sus formas del entender.
Tanto las emociones, como la conciencia y evidentemente la propia racionalidad en el hombre, son las claves para hacer y deshacer la estructura de vivencialidad en el mundo. Desde la conciencia crítica hasta el afán de hermandad universal son maneras de proceder, son conductas, hábitos, decisiones internas trasladadas al plano de la realidad empírica, es la idea manifestada en la materia. Sabemos de antemano que la energía mueve todas las cosas, la energía es el principio de todo acaecer, ya la ciencia lo ha demostrado tanto racional como fácticamente. Ahora pues, el obrar humano está basado en impulsos, tendencias, disposiciones, deseos, creencias, convicciones. Lo dicho con antelación no es otra cosa que energía con un determinado nombre. El amor es un tipo de energía al igual que el odio, dos fuerzas que simplemente son, carecen en sí mismas de calidad moral, pero no de sentido vibracional.
Ahora podemos adéntranos en el tema de la eutanasia, el bien morir. Todo tema, toda materia requiere de una meditación previa, de asiduo estudio y hasta por salud, ostentar un mentalidad que provea de imparcialidad a la materia abordada. Ya hablamos de energía, razón y tendencias. Estos son factores naturales, son principios antropológicos y factores imprescindibles si se quiere llegar a un acuerdo en los temas que respecta a la muerte y vida humanas. Para saber que es la muerte primero se debe entender la vida. Menudo problema en el que nos hemos metido!, intentar saber qué es la muerte o la vida. La historia de la filosofía se ha plagado de opiniones y también aciertos acerca de estos temas. Tampoco podemos prescindir de la religión y del aspecto espiritual del hombre, que no necesariamente es lo mismo. ¿Cómo saber que decisión, a que pasión se le debe de hacer caso para decidir sobre la muerte, ya no se diga sobre la vida misma?
El filósofo moderno descartes, hablo en su discurso del método, que por cierto es muy ameno , para todo aquel que se identifique con una verdadera actitud filosófica, o para aquel que busque un metodologica vivencial, del proceder metódico para llegar a la certeza, a una certeza. Todos queremos llegar a la certeza. No olvidemos tampoco que buscamos un bien, y así sucesivamente hasta llegar a un bien supremo. Existen en nuestros días un buen número de terapias, proyectos pedagógicos, talleres y todo lo relacionado con el conocimiento profundo e interior del ser humano. Es que el hombre actual esta ávido de auto-conocimiento, de emotividad. Esto es porque el hombre es por esencia un ser de sentido. Hasta vivir sin sentido, es darle un sentido a la vida. Por ende a todas las cosas les damos un sentido, independientemente del sentido que tienen por sí mismas. Así a las cosas las tomamos conforme al sentido que le damos, o las veamos, esto influye en nuestras decisiones.
Para tratar el tema de la muerte, hay que contemplar también la influencia de la cultura. La cultura le proporciona un sentido axiológico a las cosas, a las tendencias humanas. Tenemos que reflexionar sobre nuestras creencias y actitudes, no se diga hábitos; que son los que en su mayor medida nos van formando, para sopesar ideas y así tomar mejores decisiones. No hay que seguir ideas impuestas, simplemente por que los demás las siguen, hay que dejar a un lado los valores conceptualizados para vivencializarlos y sentir así un verdadera conciencia moral o verdad moral, la congruencia entre la palabra y el hecho. Es precisamente la energía emotiva, en sus diversas gamas, la empatía hacia la vida, y la racionalidad las que nos dan un entender más armonioso sobre la razón de la muerte y del vivir.
La filosofía y la espiritualidad están muy por encima de otras ciencias que debaten sobre estos temas, y lo están por que son la base de todas las ideas que los rigen. La medicina necesita de la reflexión, de la universalidad, de la ética, de la bioética. Le teología necesita en su medida de la razón conciliadora para con la fe. El derecho se erige por sobre los fundamentos de la racionalidad, por sobre las bases de la actitud de filosófica, de ahondamiento, hasta de idealización.
Por ejemplo el buddhismo habla sobre la causa, la verdad y el origen del sufrimiento. Muchas religiones o filosofías, modos de entender la vida orientales hablan acerca de formas diversas de abordar el sentido de la vida y la muerte. En occidente la psicología humanista, el movimiento de la nueva era, y muchas tendencias más de reflexión brindan opciones. Pero lo más importante es la conciencia individual más no individualista. Cada quien, por medio de su arbitrio es responsable de sus decisiones. En el mundo material, y ciertamente en el espiritual en cierta medida, existe la causalidad y no tanto la casualidad. Todo tiene un por qué, una finalidad, causa eficiente y fin último. Tenemos voluntad, decisión, disponibilidad de ejecutar un acto moral, el que contiene inteligencia, libertad y voluntad. En cuanto a proyecto, el hombre tiene un cúmulo de posibilidades a la mano, las que la conciencia capte. En cuanto a esencia, el hombre tiene la tarea de llegar al ser, de utilizar la meta-conciencia, la capacidad de la conciencia para reflexionar sobre sí misma. Cada uno de nosotros está en el mundo para dar de sí, para captar la unidad dentro de la multiplicidad material. Decimos pues, que la decisión del camino y método, es netamente una cuestión de la conciencia individual, conforme a las percepciones, actitudes y tendencias. Lo que sí es recomendable, es nutrir el alma, el espíritu mismo de saber, de conocimientos que nos enriquezcan la mente, para que vayamos por el mundo aplicando el arte del bien vivir y así comprender lo que es, el buen morir. Como todo, es una cuestión de conciencia.
Roberto Fernando Tarratz Rodríguez
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