El hombre se coloca a sí mismo como el objeto más digno de estudio. Pero, parece como sí no se atreviera a tratar éste objeto, su mismo fenómeno, como un todo. Así como a investigar su ser y sentido auténticos. El ser humano, racional y sensible, de igual forma en ocasiones emprende tal empresa de indagar en sí mismo, pero pronto se ve sometido, constreñido de sumo, exhausto, y aturdido por toda la problemática, el dolo, y la vicisitudes de ésta ocupación, la de cuestionar su existencia, su sentido, su por qué. Con lo dictado anteriormente el género humano todo, o el hombre en cuestión vuelve atrás su táctica con un carácter de resignación, tal vez, en ocasiones hasta de escepticismo. Retornando de sí, el ser humano se proyecta; “ya sea para estudiar todas las cosas del cielo y de la tierra, ya sea para considerar al hombre como dividido en secciones, cada una de las cuales podrá atender así de forma menos problemática y menos comprometedora”.
Malebrenche propuso una vez adentrarnos en el estudio del ser humano. Kant por su parte elabora cuatro cuestiones: ¿qué puedo saber? (Metafísica), ¿qué debo hacer? (Moral), ¿qué me cabe esperar? (Religión), ¿qué es el hombre? (Antropología). Kant menciona que “estas cuatro cuestiones o disciplinas se podrían reunir en la antropología porque las tres primeras revierten en la misma. De este modo la antropología filosófica o también llamada psicología racional, se dedica al estudio “concienzudo”, sistematizado, racional, del hombre. Los temas de prima importancia en esta disciplina son los siguientes: “el lugar especial que al hombre le corresponde en el cosmos, la comprensión de sus congéneres, su existencia como ser que sabe que ha de morir, su actitud de todos los encuentros ordinarios y extraordinarios, con el misterio que componen la trama de su vida”.
Heidegger defendió, que las preguntas de kant si bien esperan una respuesta determinada – posibilidad de conocer- también limitan el “conocer”, pues, suponen algo que no se puede conocer. El hombre se ve finito ante lo infinito. “Experimentamos constantemente lo que podemos saber, lo que debemos hacer y lo que nos cabe esperar y también es verdad que la filosofía contribuye al conocimiento de lo que experimentamos”.
La antropología filosófica misma puede proponerse como la tarea propia para el establecimiento de un fundamento metafísico o de las disciplinas de rigor filosófico. Una antropología filosófica legítima, valida ya, tiene que saber no sólo que existe un género humano sino también pueblos, diversidad cultural, apreciativa, perceptiva, no sólo el alma humana sino también caracteres, situaciones particulares en el hombre, circunstanciales. Así como también edades en la vida, periodos, ciclos, no sólo biológicos. Sólo abarcando, ahondando, sistemáticamente éstas y las demás discrepancias, sólo conociendo la dinámica, el ímpetu, que rige dentro de cada particularidad y entre ellas y sólo mostrando, desplegando constantemente la presencia de lo que nos compete como seres humanos, se podrá tener, ante los ojos la totalidad del hombre. El hombre transita por el estrecho sendero que lleva del nacimiento a la muerte, la dualidad existencial necesaria; prueba lo que nadie que no sea él puede probar; la lucha con el destino, la rebelión y la reconciliación y en ocasiones, cuando se junta por elección con otro ser humano, llega hasta experimentar con su propia sangre lo que pasa por los adentros del otro. De ésta manera, por su esencia, el conocimiento sobre el hombre en un sentido filosófico es en sí la reflexión sobre sí mismo.
Malebrenche propuso una vez adentrarnos en el estudio del ser humano. Kant por su parte elabora cuatro cuestiones: ¿qué puedo saber? (Metafísica), ¿qué debo hacer? (Moral), ¿qué me cabe esperar? (Religión), ¿qué es el hombre? (Antropología). Kant menciona que “estas cuatro cuestiones o disciplinas se podrían reunir en la antropología porque las tres primeras revierten en la misma. De este modo la antropología filosófica o también llamada psicología racional, se dedica al estudio “concienzudo”, sistematizado, racional, del hombre. Los temas de prima importancia en esta disciplina son los siguientes: “el lugar especial que al hombre le corresponde en el cosmos, la comprensión de sus congéneres, su existencia como ser que sabe que ha de morir, su actitud de todos los encuentros ordinarios y extraordinarios, con el misterio que componen la trama de su vida”.
Heidegger defendió, que las preguntas de kant si bien esperan una respuesta determinada – posibilidad de conocer- también limitan el “conocer”, pues, suponen algo que no se puede conocer. El hombre se ve finito ante lo infinito. “Experimentamos constantemente lo que podemos saber, lo que debemos hacer y lo que nos cabe esperar y también es verdad que la filosofía contribuye al conocimiento de lo que experimentamos”.
La antropología filosófica misma puede proponerse como la tarea propia para el establecimiento de un fundamento metafísico o de las disciplinas de rigor filosófico. Una antropología filosófica legítima, valida ya, tiene que saber no sólo que existe un género humano sino también pueblos, diversidad cultural, apreciativa, perceptiva, no sólo el alma humana sino también caracteres, situaciones particulares en el hombre, circunstanciales. Así como también edades en la vida, periodos, ciclos, no sólo biológicos. Sólo abarcando, ahondando, sistemáticamente éstas y las demás discrepancias, sólo conociendo la dinámica, el ímpetu, que rige dentro de cada particularidad y entre ellas y sólo mostrando, desplegando constantemente la presencia de lo que nos compete como seres humanos, se podrá tener, ante los ojos la totalidad del hombre. El hombre transita por el estrecho sendero que lleva del nacimiento a la muerte, la dualidad existencial necesaria; prueba lo que nadie que no sea él puede probar; la lucha con el destino, la rebelión y la reconciliación y en ocasiones, cuando se junta por elección con otro ser humano, llega hasta experimentar con su propia sangre lo que pasa por los adentros del otro. De ésta manera, por su esencia, el conocimiento sobre el hombre en un sentido filosófico es en sí la reflexión sobre sí mismo.
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