Τετάρτη 24 Οκτωβρίου 2007

EL LOGOS DE LA COMUNICACIÓN

La ciencia actual ostenta, mediante la evidencia recopilada a fuerza de tiempo, un hegemónico, vasto y fructuoso campo de estudio. En él se han visto impregnadas las nuevas aspiraciones, tendencias y paradigmas de índole epistemológica del llamado “homo sapiens”, amigo inherente del “Homo fac totum”. Dado que el espectro donde postra (desgasta) su atención ( al hacer ciencia) éste hombre favorecido de pensamiento y acción por el don de la naturaleza, no es otro que la realidad de carácter empírico - más no suprasensible-, al hacer mención del quehacer científico de actual acceso, nos referimos menesterosamente al estadio general de la conciencia humana. Porque, si bien, la realidad se considera insertada dentro de un marco inteligible y racional ( lógico), igualmente se muestra análoga a una dama, la cual, espera ser develada con desmedida pasión y asiduo fervor, para así, posteriormente acceder a los misterios que aristocráticamente protege.

Las ideas, el cúmulo dé ideas del hombre, no parecen ser una sólo idea magna, permanente perenne en sí, y trascendental, una fuente primigenia. A menos que seamos partidarios de los trascendentalitas abogaríamos por la postura dicha anteriormente. Las ideas, o la “idea universal”, dicen los doctos del saber teológico, sigue, en los seres creados, un patrón evolutivo lineal. Ésta convierte su naturaleza en revelada para los hombres, gracias a la voluntad de la voz creadora.

Cuando uno se dispone a caer dentro del plano que le corresponde a la reflexión sistemática, se aboca mediante este ejercicio a la precisa y gratificante -por no decir certera- actitud para con las situaciones más cotidianas que se nos presentan, ésta es la actitud que le compete por antigüedad y orden a la φιλοσοφια ( filosofía). La naturaleza ha querido desde la génesis humana que el hombre disponga de ciertos dones: el lenguaje, la capacidad evocativa, la expectación al futuro, el pensamiento ( la mente), la razón y la conciencia. Me parece que todas éstas dotes naturales -entre otras más- deben resumirse en una sola; ésta seria la capacidad que responde al llamado de encaminarse hacia el absoluto o lo absoluto, directamente a la unidad –noción aparentemente lejana a las posturas noéticas-. Todo lo contrario es enajenar y disolver la identidad en lo contingente y por ende perecedero.

Con la experiencia acumulada en ésta realidad, la que nos a colmado de polaridad en cada situación, los seres humanos tenemos permitido acceder y cotejar cada postura que invade nuestra mente. Esto se trasforma con el tiempo y compromiso personal, en una verdadera actitud crítica. Mediante una desarrollada forma de apreciación al hombre le puede resultar de fácil acceso el sendero hacia una nueva conciencia, pero, por qué decimos nueva? , tendría acaso que ser sólo un cambio de estado, cualitativo más no sustancial? Aquí tratamos de definir algo en especifico, no es precisamente lucubrar sobre el proceso que se genera en el hombre cuando interactúa con la realidad interna y (o) externa. Resultaría extenso y hasta titánico tal vez tratar el tema, y por ello ahora no lo haremos. Lo que sí nos gustaría tratar es lo dicho con antelación, pero esta vez enfocado en otro sentido, es decir, intentar colegir, reflexionar, sobre cuál es el proceso que se genera en el hombre cuando comunica, siendo que al comunicar interactúa forzosamente, con la realidad Intenta y externa ( social e introspectiva).

Ni siquiera tenemos que mencionar que el hombre es ser social, político y propenso al yerro por naturaleza. La historia tanto especulativa como experiencial nos ha legado un libro de mitos, realidades distorsionadas y otras nociones en apariencia inamovibles e indiscutibles. Hoy no se sabe con certeza que hecho aconteció tal cual, si realmente ocurrió o no, y que sentido tendría éste o aquel acontecer dentro del rompecabezas humano o cósmico -decimos esto siendo más generales y atendiendo al sentido común-. La fuerza del tiempo es la causa de la enemiga que corroe y aqueja a la memoria. Por eso asiduamente nos preguntamos; cuándo el hombre comenzó a comunicarse?, cuándo, en qué momento, el hombre, o mejor dicho la “bestia” se convirtió en “hombre”?, y es que el ser humano es tan versátil y adquiere tantas facetas casi como estrellas habitan en la bóveda celeste. Será acaso qué por el nítido hecho de pertenecer a ésta especie llena de gracia y favor por parte del designo insondable de la mano prístina, o sea la humanidad bendecida por la divinidad ( postura creacionista), el hombre emprendió la comunicación a natura, innata, potencial y estimulada, o en su defecto la tuvo que desarrollar a través de un proceso que demoro un tiempo de considerable estima ( visón evolucionista)?

Todavía resulta vago el dato de dónde y cómo surgieron las distintas lenguas del mundo, puede ser que Dios se halla encolerizado por la deshonra del pueblo semita y así destrono el mutuo entendimiento natural de los hombres, por lo menos eso nos hace pensar el texto sagrado del pueblo judeocristiano. Por nuestra parte no creemos que la comunicación sea algo que surgió de ésta forma, ya que la propia alegoría tapa la factibilidad de tal acto. Las lenguas Tampoco parecen haberse gestado al estilo de la generación espontánea. Permítaseme hacer estas analogías tan extrañas a la razón pero no al sentido común. Sabemos, por ser un dato que se actualiza constantemente, que todos los hombres se comunican de una u otra forma. La comunicación es diversa, responde a códigos, modos, formas. La comunicación es tanto asistemática como sistemática. Una necesidad que le compete a la comunicación es el hecho de que ésta se realiza entre dos, entre una fuente y un receptor. Por esta razón, la comunicación es menesterosamente social, es un producto proveniente de la comunidad y a fuerza de tiempo se ha convertido en una formula que altera el orden de sus propios factores, es decir, la comunicación genera o contribuye también al nacimiento y desarrollo ( avance y (o) acaecimiento) de la comunidad.

La comunicación intrapersonal no queda excluida. La capacidad discursiva ésta latente en el hombre, es una cualidad que sirve como elemento imprescindible para agregarle un carácter filosófico a las cosas. Por eso la comunicación es distinta de la información por la naturaleza que le corresponde a cada una, la uni o la bilateralidad. Los medios masivos de comunicación, dicho como especulación muy subjetiva son - si observamos detenidamente, notaremos que dicha noción se torna hacia la objetividad-: un producto neto del modo de producción que con hegemonía potente lleva bajo su firme yugo la instrucción de toda la masa social y concomitantemente a un tipo especifico de individuos del sector perteneciente al escalafón social.

Los mayores males de la historia humana fueron aquellos que responden a la tendencia primordial de las distintas religiones del mundo, caracterizada -la tendencia- por la distorsionar la idea fundamental de la paz y el amor fraternal entre los hombres, misma distorsión que ocasiona los conflictos de orden social. De tinte utópico o plagada de yerro, ésta propuesta en esencia es la promulga de todo sistema de carácter sacro en el mundo. Pero desde la revolución industrial y específicamente desde el siglo XX, el hombre ha sufrido de una verdadera enajenación. Con esto colegimos ( deducimos) que el hombre se aleja de lo natural y se sumerge así por consecuencia lógica en la cúspide del producto netamente humano, lo artificial.

Los artistas tienen por modo de su quehacer una tendencia a mimetizar la realidad tangible. Todo arte comunica una forma especifica, todo quehacer tiene un fin determinado. El arte comunica emociones y formas de apreciación. El arte esta ligado indiscutiblemente a la imaginación, es cómplice de ésta; juega con la evocación y copula con la creatividad. Ya sea que nos conduzca a la verdad, nos libere de de las pasiones en sentido gradual al representar una tragedia ( catarsis), o nos aparte de la verdad por ser sólo una imitación de ella como mencionaba el viejo Aristocrates. El arte en éste mundo es creación exclusiva del hombre, y su fin lleva implícito comunicar algo en especifico. No solamente con palabras, obviamente. Si no con expresiones que se ligan a cualidades meramente humanas.

Toda generación y construcción es una forma propensa al arte, qué es arte y qué no, eso es ya una cuestión que le compete a la estética, y también si lo bello es bueno o arte. Pero esto nos evidencia que todo lo que hace el hombre tiene como fin manifestar parte de su ser en la realidad, no sólo arrojar las ideas por ahí, sino que la comunicación es aristocratizante, tiene como un fin un sector especial, también lo hace así hasta en la llamada comunicación masiva.

El arte es la manifestación más pura del espíritu humano, es la exteriorización objetiva del sujeto, que se convierte en subjetiva cuando se emite dentro inteligibilidad de la realidad empírica. La expresión artística atendiendo tanto a las formas, el color, la luz, la armonía, la proporción, el carácter mimético o la flexión sobre el arte, no son otra cosa sino la “voz” de un alma que se comunica. El intelecto comunica estados metales, los estados mentales se hallan en medio de profundas vicisitudes y por ello existe gran diversidad dentro del universo discursivo.

Últimamente me ha llegada la extraña idea de concebir a cierto tipo de sueños como una realidad ontológicamente libre o mejor dicho, consistentemente autónoma, propia, separada de ésta. De hecho concientizando, cavilando un poco la situación, se puede percatar uno, de que la causa que nos mantiene en esta experiencia de vida particular para el individuo, en lo que denominamos realidad inteligible, es la conciencia, dado que el intelecto puede tenderse hacia lo general, lo universal.

Nada mejor para llegar al conocimiento supremo en una materia determinada, que vivir en carne propia la empresa a tratar. A través de esta formula que responde a una naturaleza en particular, es donde se haya la experiencia de lo que hemos denominado vida. La vida es la oposición evidente y estructural de la muerte. Estas dos no son algo de distinta índole, sino que como bien se ha dicho, representan los contrarios u opuestos de un mismo proceso dentro del ámbito biólogo. Al ser biológico se da pues a natura. La vida en sus distintas formas es diseño y obra de la magna naturaleza –literalmente-.

Al participar de la humanidad, nosotros, nos vemos aquejados tanto por los males como por las bendiciones que le atañen a ésta especie, dado que somos parte activa de esta participación que comenzó su función desde tiempo inmemorial. El poder de esta razón a dado pie a que la historia ( el conjunto de hechos que se dan por validos) nos muestre una arquetípica función de lo debiera ser el comportamiento y las formas propias del hombre (naturaleza humana). La división entre acto y potencia son de prima importancia para distinguir lo que por función primera le corresponde a los hombres. La naturaleza humana aun resulta misteriosa para el ojo humano. Bien cierto es el hombre no ha llegado a encontrar todavía esa pieza que le de la estabilidad, para que así, lejos de la fluctuación, le llegué una nítida libertad, no sólo dentro del campo axiológico, sino la libertad del espíritu, que al ser libre éste, su arbitrio se manifiesta en el cuerpo que lo contiene.

Lo Diáfano es iluminado por la luz, ésta última siendo la sustancia del color y la forma, es la fuente que nos hace posible el conocimiento, pues, cómo puedo conocer algo que no me es inteligible; sino no tiene forma es materia inerte, sino no tiene forma alguna no puede ser idea, así ( sin forma) mi imaginación no puede captar el “fantasma” – la imagen- para abstraer el universal de la particularidad e individuación de la materia, de la realidad sensible. Muchas culturas ya olvidadas representaban lo divino relacionándolo con la luz, también la luz ha sido inspiración para muchos filósofos, sobre todo para lo medievales – dentro del mundo occidental-, ésta idea la encontramos marcada principalmente en San Agustín y en Grosseteste. No por nada se le llamo a la ilustración el siglo de las luces, kant lo define como “el paso a la mayoría de edad”, el ejercimiento de la excelsa razón.

Una de las cuestiones fundamentales dentro de la filosofía, y dentro de la religión; es aquélla que plantea qué tanto de la realidad es objetivo y qué tanto subjetivo, en otra palabras; qué de la realidad, que me llega completa a través de la percepción, es un construcción de mi mente o que tanto tiene una realidad ontológica. No estamos hablando precisamente de solipsismos como acuñara Berkeley ser es ser percibido”; sino que me refiero a la calidad o la fuerza que le proporcionamos a determinadas situaciones, a los grados de apreciación.

Siguiendo este mismo orden de ideas podemos sumergirnos dentro de un plano más metafísico, intentando indagar, aunque sea sólo especulativamente, una cuestión que en lo personal me es asidua y prominente por diversas circunstancias. Ésta reflexión recae bajo la imperiosa necesidad de responderse si puede darse la multiplicidad de almas o en su defecto éstas provienen de un sólo espíritu que se manifiesta y encarna, mas no reencarna - dado que es el mismo-, en la materia. Una manera de abogar por la multiplicidad de las almas me parece que es desde el punto de vista del neoplatónico Plotino.

Pero, en conclusión, con respecto al tema crucial que quisimos tratar aquí, o sea; intentar reflexionar sobre cuál es el proceso que se genera en el hombre cuando comunica, siendo que al comunicar interactúa forzosamente, con la realidad Intenta y externa ( social e introspectiva), podemos afirmar que el proceso que acaece en el hombre al comunicar, se muestra posible para definirse como: Un cúmulo de energía que conduce al ser hacia cierto tipo de comportamiento y viceversa -no confundir con conductismo-, en cambio, aquí hablamos de energía neta, semejante a las ideas taoístas. Lo que comunica el individuo simboliza el estado en el que se encuentra su conciencia, así como el estado actual del mundo es señal de lo que la gente, en su mayoría, está pensando. Cambiando el pensamiento, es como cambiamos la realidad.


Roberto Fernando Tarratz Rodríguez

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