todo lo noble, admirar y hacer admirar todo lo grande”.
José Martí.
“La vida de cada hombre es un camino hacia sí mismo,
el ensayo de un camino, el boceto de un sendero”.
Hermann Hesse.
Para cantar como una voz que dice, que canta desde las sonoridades del ser, hoy he querido ser yo mismo ante la letra, confesar mis latentes inquietudes creativas; las de una experiencia del vivir, las de la inevitable experiencia reflexiva, que si bien no son del todo secretas guardan todavía su verdadera dirección. Si desde la infancia quise tirar lejanamente las cosas de antaño, deconstruir, deseé mirar las estrellas con ansias diversas, con lentes nuevas y vigorosas, de potencia prístina, buscando el verdor de nuevos y sagaces mundos. Mi padre en esta vida, mi padre físico, una vez dijo que su querido y amado hijo, era un niño saltarín. No se equivocaba mi amado padre de vida, y hermano de vidas, nótese lo personal del canto, individuación en la materia del soplo primario, y con verdad enunciaba que su retoño era un niño de espíritu inquieto y es ya un hombre saltarín. Cuando veo las celestiales burbujas aparecer lúdicamente en mi espacio, templadas, teñidas de bordes dorados anunciando un nuevo tiempo, salto para unir la tierra al cielo, con actitud de niño enamorado del asombro mismo. Con seguridad se ve que el camino de los hombres es viajar a sí mismos, y encontrar en el humo, el fuego en devenir, la inquebrantable llama que desde los antiguos, sabido es que nos da la llave de toda dirección, realidad que se torna en proceso incesante ante la vida, porque cierto es, que más importantes resultan los ensayos, que la representación con antelación pautada. Viene ahora a la mente aquella rosa que no di, la que un día dejé en aquel auditorio después de ver al maestro de Oriente hablar con sabiduría de años y rostro infantil frente a aquellas señoras ataviadas con ropa elegante y algunos señores dispuestos cual si contemplaran algún evento deportivo o una mera actividad recreativa para matar el tiempo y entretener el ser, dispersar su atención. Eso es de lo que se habla: intencionalidad. Con ello simularía al decir que la lectura es pasatiempo ¡Qué mentira más vil! La lectura debe ser hábito, y lo es del bueno, porque hace pensar, reflexionar, porque nutre las funciones más humanas, enriquece la manera en cómo se expresa la misma naturaleza de la mente, y un hombre que fomente su pensamiento es cada día más vigoroso y preciso en el arte de actuar. Con tales liviandades se va construyendo el tiempo de nuevas formas magistrales lejos ya de caudales de ignota oscuridad. Así como el romance es muy humano en tiempos de reacción, y tal es el pensamiento espontáneo innato en los hombres, así la paz es tan propia en tiempos de respuesta como el respirar conscientemente. Las viejas sentencias son las necesarias cadencias, y voces nuevas conocidas en las concretas necesidades de las memorias que van recorriendo el pensamiento discursivo en el tiempo y el espacio y en el canto personal e interior, juegos dialécticos y procesos elementales. Tal es el caso de que un día pregunté a mi madre: ¿si no estuviéramos aquí, entonces dónde habríamos de estar…? Difícil cuestión, más la pregunta es la respuesta precisa que sacia el punto del cuestionamiento humano. Deben ser las grandes hazañas de los hombres ilustres, las que nos alientan a ser de una manera especifica, esos modelos, o formas, donde el carácter se tipifica y nos transforma en un tipo determinado de dar el ser, de dar de nosotros al mundo. Así la expresión, es quizá, una de las libertades humanas más solicitadas a lo largo de la historia. Cuando uno se pregunta acerca del sentido de la vida, del mundo y de las experiencias, la repuesta es que tal respuesta no es una, sola, unitaria; como se dice que debe ser la verdad: inmaculada, uniforme, en su atalaya metafísica, sin un sentido real con las cosas del mundo y con los sentidos que nos hacen humanos, por eso dice una frase popular, que de popular realmente no tiene nada, más que su enunciación común, pero no peyorativa; que no hay una verdad sino verdades: se descubren verdades dentro del sustento y la unidad existente en la realidad.
De tal manera que la vida es, desde lo fenoménico, pues, mente y experiencia y un viaje interno desde las experiencias íntimas en donde se encuentra la gama de formas de entendimiento que hacen lo que llamamos mundo de la significación en conjunto con la multitud de interpretaciones que encontramos en la experiencia de la vida. La sensación de estar en el ambiente, la construcción de la ritualistica forma de interacción donde la mirada consciente es el factor principal. Es cantar desde el interior la sonora frase que dice: ¡maestro del tiempo, bendice el momento donde el ser humano hoy, toma conciencia de lo atemporal! Es entonces un canto íntimo, sincero y plagado de vivencia y esperanza reflexiva. Será, pues, la idea de una, y de dos, hasta de más. La veteranía se da en mundos diversos. En mundos posibles, tiempos, y espacios. En cambios y lugares, en sitios diversos…La mirada, la novela, y los ojos de un romance inacabado, como el alma de un ser que se deja y no, se observa y oculta a momentos, integridad mayúscula, minúscula, tiempos e instantes de impacto, curiosidad de liviandades. Esa es la mujer como momento femenino, como encarnación de una parte del principio de dualidad en el cosmos, punto de dualidad, la caótica pluma, liviandad prístina, humana forma de verdades, de mínimas hojas en caminos recorridos por sandalias de maravillas y de glorias, las que proyectan formas nuevas de abobar los fenómenos que se presentan en la conciencia desde la percepción. Así, era y sigue siendo ella, la búsqueda que realiza el hombre por un lado, y su finalidad: la verdad, bien amado, pero quizá no del todo direccionado. La noción de y cosa en sí, es como la certeza y la neta unidad íntegra en sus partes; la cosa y su representación. El objeto determinado y su tiempo, la verdad, su búsqueda, la descripción de una narrativa necesaria del alma, entendida esta última como aquello que hace que suceda, que ocurran las cosas en el movimiento, una voz que de tiempo atrás ha querido salir plena, desde el manto de la subjetividad que encuadra la vida humana y en el cual subyace la unidad del movimiento en el espacio durante el tiempo. Desde ese punto, es volátil y voraz, aquella imagen de la serpiente emplumada, arquetipo claro de dualidad, que renace después de un ciclo general e íntimo, se esparce en el mundo y con nueva semilla da hálito a otras generaciones, a los hombres de la tierra de agua y sol desde su aire personal. Explorar en los ojos; en los tuyos, en los míos, muestra de la individuación en la materia, y sentir en el cuerpo la vibración de formas, danzar con el ser, desde el ser por y en los tiempos de la contemporaneidad mediante la voluntad creadora, muy vitalista tal referente pero lejos de posturas encuadras es más esencial o elemental que académico o de sustento teórico dicha expresión. Se sigue que la necesidad y el remate de la conciencia en conjunto con el fuego volitivo se conjugan, y una mano sostiene el pecho henchido de vida, mientras la otra escribe. Ella y yo, los dos. Vínculo que cruza por el siglo como la barca de una historia inacabada, como la realidad, un hecho que se interpretada de una y mil maneras. Así es como quise saber si era la que me había propuesto encontrar, la frase en mi cabeza era imperante, la coraznada elemental. Frente a frente, encontronazo de géneros y de verdades particulares o momentáneas. Perderme, y hallarme en otra, esa era mi consecuencia, la consecuencia de ser lo que soy, racional e intuitivo. Había estado largos periodos rondando por la zona del peligro; no mirar, no escuchar la melodía natural, y así la tenia bien calculada, medida, ni un momento para la persecución, no podrían descubrirme los de ojos grandes y corazón pequeño. Porque si el entendimiento es amante fiel de las cosas sustentadas poco pueden hacer las hegemonías pragmáticas, aquellas que imperan hoy en día.
Ahora, ese soy yo: un investigador del alma, del cuerpo, del intelecto, de la voluntad, del espíritu, de la naturaleza humana. Soy camino hacia mi mismo en un tiempo de confluencia. Había tomado libros, y embebido su precioso saber, escriba durante la noche que la vi a ella, la tenia en mis manos, recorriendo el imaginario. La cabeza de creación funcionaba por fin. Y su cuerpo tomaba sentido, sus formas me eran nuevamente claras, se desvelaba lentamente. Ella, era la reina de un mundo antiguo, era la hechicera de la feminidad, la seducción, la intuición, la Elena del Fausto, del mismo Goethe. Podría jugar a ser un Demiurgo, un poeta, quién sabe que era yo en ese instante, sólo podía afirmar mi humanidad, y señalar mis ansias de crear, de construir un universo en parte imaginario, y suspendido en la formas de la realidad. Y otra vez ella en el Partenón, camina con luz clara, camina bella como el poema de Byron, y evoco un romanticismo, integrando un absoluto a esa imagen, la tormenta y el ímpetu, Sturm und Drang, pero sin actitud de desamparo, porque viene a mi mente el héroe de la epopeya épica hindú, el texto sagrado; el Bhagavad Gita, y con él: Krishna. Romanticismo y épica hindú, ¡qué mezcla más curiosa! Pero así es el mundo, los hechos no están separados, los hombres los seleccionan y construyen su historia, la narrativa de su vida. Aunque no sabía qué quería; un poema, un drama, una novela o un ensayo, sólo que necesitaba crear algo, decir la historia de las voces creativas, las del espíritu más propio del hombre. Hoy lees una pirámide de escritos, sin tiempo y espacio, sin regla definida, la mano y el bastón en un personaje con tunica que toca el hombro de un joven y parece que le confiesa las verdades elementales del mundo y de la vida: esencias. Tengo en la cabeza a un filósofo, a su pupilo y a una mujer para mi primera escena, me dije, para un drama propio, para participar de la creación. Tres personajes: a un joven, un viejo sabio y a una mujer. La forma tripartita de género, edad y funcionalidad, rica combinación arquetípica, inconsciente. Mi historia es la de un hombre que quiere ser dramaturgo, que ve en la vida un drama, acción elemental. Lo seguro es que mi cultura es la de igualdad, una paz que nace del corazón repleto de sonrisas frescas como viento del Himalaya, que según dicen los de ayer que será lugar del mañana, quizá y razones tengan para decirlo, de todas maneras esa es una voz que dice, o para ser exacto son voces, y muchas las que dicen. Para los que lo dicen, sea o no verdad, verdad fiel, aunque no absoluta, sí, verdad, no a medias, sino íntegra en sus partes y relaciones, es por lo menos para unos cuantos esperanza cabal, una fe racional, y es que ¡Sí, la hay…¡ Y así es como me paso por el arco del triunfo, por medio de la experiencia reflexiva, tertulias y discusiones de viejos y evidentemente ya polvorientos monasterios, donde en su tiempo bailaban no sé cuantos Ángeles en la punta de un alfiler.
Aparece ahora en la mente un poema regalado en el papel de una escena que acontece en una cafetería, sí, es evidentemente un lugar común, muy poco habitual por cierto, pero más rico que las distancias del saber. No lo he visto hasta la fecha, y sin embargo lo espero con cautela, pues si llegará, la poesía neta cobraría vida por sí sola, ocasión de que tome unos de esos viejos versos y los lea mientras me dejo llevar por esa música interna y la métrica de su construcción. En está prosa se halla la confesión de un hombre que es de y para el pensamiento reflexivo, autor de sí mismo, en la narrativa del mundo sensible, y de los mundos etéreos. Asumir una actitud determinada ante la vida, es ya una forma específica donde se encauza la experiencia reflexiva. Pero sigo con lo que atañe al canto interno, ella era lo que se podía llamar sin tapujos una hermosa pasión, desmesura para el romántico de antaño, de historias novelescas, contadas para ciertas épocas pero que se quedaron para la posteridad, su universalidad, era su esencialidad. Ella se manejaba suave, en las clases sus movimientos se generaban sutilmente, con un toque de ligereza, de forma ágil, dejándose llevar de un lado a otro, cada parte de su cuerpo, porque lo tiene bien torneado gracias al tiempo y al espacio, siguiendo las leyes de la organicidad, de esa naturalidad humana que todos poseemos, y que a la vez se aprehende en el proceso de desaprender los malos hábitos de la vida en la sociedad del hombre actual. Fue y sigue siendo, a veces, tierna, y confundida, binomio sencillo, alas y miel, que entre vuelo y dulzura me dejaba entrever fantasía clara hacia otros momentos, donde ya no la soñaba; si cuando lo hice era porque no había más remedio, la mente se impregnó de su imagen y el sonido por ende me llegaba con un aire de ella, como si el éter fuese su alma, y el mundo su cuerpo definido y magistral, para mis percepciones que en ese entonces le pertenecían. Hoy son profesión, modo y actitud hacia la vida.
Como lo hacen las estaciones del año, del tiempo, de la vida donde el prana sagrado mueve el flujo de la respiración continua, una analogía a la etapas de cada parte que integran al gran momento del cosmos, su vitalidad giraba en torno a sí, y en tantos giros, al virar, sin más di con ella como lo hacen los hombres que sin querer, pero por su naturaleza más concreta chocan con su sentimiento, con su pasión, la que afecciona a la facultad que recibe, y recibí de tal forma, de ella, que toqué fibras profundas y reales, y aún sigo sin saber a ciencia precisa si el amor humano es sensación momentánea en transición hacia la perfección o un estado del ser pleno que se potencializa hacia nuevas formas de entender el fenómeno del hombre: el Eros o el Ágape. Nos tocamos con los ojos, pero en lo material la distancia precisa era la orden del día, entre las situaciones, la circunstancias, y le relación que desde el inconsciente se había generado ¡Linda, pies de Nilo! Por tu esencial función en el pueblo, en la cultura, que mira estrellas, por la visión que brindas espíritu ávido, estelar e infinito ¡Mira sin tiempo y se deja ir hasta momentos que no pueden resumirse en nada concreto sino en totalidad! Esos que van a todas partes como delirantes guías de cuerdos y saludables caminantes. Tal éramos sin ser algo, que en tus señales imprecisas yo unía mis miradas de joven que experimenta la febril melodía del romance más humano, puesto en sensación, percusiones, deseos y motivaciones de carácter sexual y racional, de lo que nos hace ser humanos y no otra cosa distinta a ello. Con lo dicho en voz y no a voces, se enmarca otra imagen de vida. Signos…Eso es lo que son, no la cosa misma, sino muestras, sensaciones del rastro que deja de su hálito, para poder relacionar la vida y las cosas de ella.
¡Y draconiano dijo él…! Mi mente no pudo evitar asociarlo a lo que una vez había cundido mí días, mi devenir de pensamientos, debería tener algo esa imagen tripartita frente a mí: un patriarca, una especie de efebo y una fémina arquetipo de fuerza y debilidad. La imagen que yo miraba de frente era el opuesto a su original, en fuerza y tiempo, necesidad, intensidad. La mujer quedaba a mi izquierda, el hombre arcaico al frente y el joven a mi derecha. Como cálidas hojas de ayer que renacen del árbol de la vida en los bosques custodiados por el ángel de la espada de fuego, esa era la imagen, el signo, una escena común que me remitía a la génesis, al inconsciente. Y la manzana de Newton se pierde, y los que hablan de Saramago y un Jesús redimido y extasiado están frente a frente. Se ven entre ellos, y nos vemos a los ojos. Es como un encuentro entre lo arcaico y la nueva identidad de la raza. El presupuesto, la incertidumbre, la espera de algo más, lo que vaya más allá de la inmovilidad, del estatismo actual del conocimiento. Hablando de raza, recuero a Miguel Unamuno y su Jugo de la Raza; su novela viva, lejos de los mecanismos propios de los deístas y metodologías, de los rigores del canon, la novela no puede ser un sistema, sería ya acaso una filosofía, y no de las mejores. Y es que la novela es vida, la vida es una novela. No se si la ficción es la realidad mejorada, pero la expresión si es necesidad humana, como el teatro que en esencia es naturaleza humana. La incertidumbre de la vida se conjuga a la seguridad del interior y entre díadas se confunde el malestar minúsculo, propio de estos tiempos, con las formas de una paz construida a base de constancia, una que llega desde la naturaleza del hombre, radica en la esencia del ser humano.
¡La energía que recorre mi cuerpo con el estímulo sonoro es una gloria! Es la batalla del hombre con la voluntad de crear, de vivir, de poder ante sí mismo, la lucha de persistir por sí mismo y ante sí mismo. Es inevitable que piense en Schopenhauer, y en la tesis; entre la comparación del pensamiento de éste con las filosofías hinduistas, particularmente los conceptos de espacio y de tiempo. Hay tanta filosofía en mi cabeza, pero tanta evocación poética en mi espíritu. La verdad es que la distinción entre razón y pasión, ya es obsoleta, el hombre debe ser integral, holístico, unitario, porque de suyo lo es ¡Qué discursos derivativos tan magníficos! La confesión de la experiencia reflexiva es inevitablemente presente y por eso se canta: ¡quiero ser dramaturgo, porque la vida es acción! ¡Retrata la vida, y conviértete en ser de diálogo y narración hombre! En ese punto el cielo dejaba ver una luz naranja, la maravilla del atardecer, la meditación y el incienso, las músicas de paz genuina y los hombres de blanco esperando una canción de Oriente, y con la citará; el sonido de los ragas y esa sonoridad milenaria tan ajena al oído de los hombres de Occidente. Pretender cantar glorias lejanas, una meta-historia, un meta-cuento, filosofía-poética y poesía-filosófica, la novela, el drama, los cuentos y las voces de profetas, ditirambos, el poeta es un profeta, condesados en escrituras automáticas y, ¿dónde están tus personajes? ¿Dónde se encuentran las historias hilvanas del pensamiento con antelación analizado? ¿Qué hora es? Ya es tarde….Nuca es tarde para contar una historia, la de una experiencia reflexiva. Mucho menos para vivirla…
Mi arte es la vida. La vida es proceso, la transformación del hombre no es idealidad, ni desarrollo, sino conciencia, guía, es naturaleza, unión cósmica. Universalidad. El Fausto de Goethe añoraba un saber universal, pero el hombre de hoy no añora, lo vive, dado que más que saber, es experiencia aunada al conocimiento; es vivencialidad, es profecía, es realidad, es la voz de los hombres en un sólo canto, el de una cultura de la paz ¿Cómo se escribe la vida de un hombre? ¿Cómo escribo una obra de teatro, y la novela? ¿Cómo explora la dramática seria una meta-obra, una narración dramática y “formal”? Y es que en la vida no hay un sólo género dramático, se mezclan, pero cada individuo es protagonista de su propia historia, y responsable de sí mismo en las cosas del mundo. Esta es la historia de un hombre occidental y oriental, del norte y del sur, y es, por cierto, inevitable pensar en Hesse o en las teorías de Barba, las formas expresivas presentes en cada cultura, las formas comunes de representación en las culturas del mundo, una antropología teatral. Este es el canto que se une en coro al de una nueva cultura de la razón y la pasión. No es al superhombre al que se busca, es al hombre simple, aquel que vive y respira, al que se necesita de antemano, el que se encuentra detrás de la ilusión, el que desvela la claridad de un sol de la mañana, el que trae un nuevo tiempo, no sólo la esperanza sino los hechos pálpales de los hombres de hoy, el que vence el velo de Maya, el que derroca a Mara, es decir, aquel que se asume partícipe de la mirada introspectiva. Los antecedentes y los referentes envuelven el fenómeno reflexivo tan propio del hombre, de los que sueñan y dan de sí con lenguaje articulado…Veo signos, y sueños propios, donde el tiempo se rompe y se crea la transición al mundo de ensueño. Son las voces de ancestros que se conjuntan en el presente, es el canto del amor. Esos son los signos de mi vida, son el contenido de mis días. Siempre quise escribir por escribir, pintar el paisaje de mis emociones y ver de cerca un colibrí…Tomar la flor más recóndita y mostrarles a los hombres la inocencia de los niños, gritar al viento el amor a la vida, y en esa vitalidad hallarme profundamente feliz. Y la muestra de estar vivo es la cuestión de su propio cuestionamiento, no quiero parecerme a Descartes aunque me gusta el estilo que muestra en su Discurso del método, y mucho menos a Kant, fueron pensadores supeditados a las necesidades de su tiempo, como la mayoría de los pensadores.
¿Cuáles son mis necesidades? La sinceridad me llega y me hablo a mí mismo y me canto a mí mismo como Whitman, y su sonoridad, como Rulfo y sonoridad, como la poesía de América, de nuestra Latinoamérica. Ironía poner a Whitman y luego a los de América, la América que es nuestra, como diría Martí. Pero así es la vida, todo es parte de un todo. Este es el espejo, y si me lees revives en tí un canto interior. Es la voz del alma que vibra, es el tiempo que se rompe, o mejor dicho derroca la rigurosidad que en él han impuesto los hombres, irónicamente a lo largo del tiempo, es el meta-tiempo pasando en sí mismo, y para él mismo. La identidad de un pueblo, nace por conocer la identidad de cada hombre. El hombre por el hombre. Esta es mi historia, la de un discurso continuo, un pensamiento discursivo…Una vida de estudio, de auto-conocimiento. Canto las notas de voces internas, narrando el resultado de la mirada introspectiva. Escribo ensayos porque es mi vocación, soy filósofo por formación, pero siempre he sido un buscador de la verdad, un ser de verdad, porque en tanto que se es verdadero se es, y por los menos, sí, un amante del saber. Todo ser humano es un ser de reflexión y reflexivo por naturaleza, porque se mira y es mirado, se piensa y es pensado. Mi camino es la exploración personal, no creo en verdades absolutas ni en las relativas, sólo en la objetividad que se descubre a través de la expansión de la conciencia, es decir en la dinámica entre el observador y lo observado, y en la mística del asombro, la calma interna, provocada por la disolución entre sujeto y objeto encaminada hacia el punto de enfoque, hacia el punto de luz…Amo las liviandades, lo sutil, y la política no es de mi atención por lo menos no la de hoy. Las religiones y la cultura son mi verdadero interés y la esencia de las cosas el alimento real para mi ser. Los símbolos de la cultura actual son diversos. El arquetipo que sobrevive igual. Y escribo estas líneas sinceras mirando al sol ocultarse, coloreando de naranja claro el alma…
La vida y su dinámica dan personajes para ser tomados, asumidos, encarnados con la intencionalidad de los hombres. Y por eso me sigo preguntando, ¿de qué forma escribir eficazmente ese texto dramático, el de la vida? Tendría que ser algo simple, quizá estoy diciendo incoherencias; la vida es compleja y el teatro es espejo de vida. El teatro lleva lo cotidiano a la extra-cotidianidad. La vida es un teatro, es un drama…Hace poco tome mi guitarra, la que tiene una cuerda rota y no he cambiado, y esos libros de estructura económica y social de México me hacen pensar en armonías sociales y en sociedades musicales, un fetiche pitagórico. He pensado en escribir un tragedia, ¡pero que anticuado! Siento que lo mejor será escribir una comedia, algo que tenga por ende un sentido social, una persona que se muestre; como me dijo un día mi maestro de actuación; usted debería llegar un día a la clase con una gabardina y de pronto como aquel exhibicionista abrirse el atuendo y mostrase por completo ¡Exacerbe su emoción! ¡Llévela al extremo! Me acabo de acordar de Stanislavski y su peculiar método de enseñanza para el actor: narrar su vida y sus experiencias enfocado a mostrar un proceso cognitivo en un área especifica. Pienso que tengo que ir más allá de nociones flotantes en mi mente. Quizá pensar en un personaje muy humano. Ningún hombre es totalmente bueno o totalmente malo, por lo menos no en la simple realidad, en el día a día, claro que si quiero tratar temas de otro orden como historias de yoghis o virtuosos magos, teúrgos u hombres insólitos quizá esa regla no se aplique al cien por ciento. Sigo escribiendo y he pensado en un muchacho que llega y le pregunta a otro si conoce la vía, con la cual, se escapa el hombre de su humanidad misma y el otro le contesta de una forma aparentemente asertiva:
-¿Cómo puedo superar la vida misma, es decir, la disyuntiva, el dilema, la acción y la pasividad, la renuncia, la redención y el mismo triunfo? –Dice el joven 1.
-Una cosa es el pensamiento y otra la experiencia - le contesta el joven 2-. La palabra no es el hecho. Así de fácil es reponerse la cuestión: la vieja historia del hombre holístico y las narraciones de la Atlántida y de sus seres totales, hasta la caída de su saber integral. Nosotros somos lo inverso, y nótese el optimismo, vamos hacia el saber integral.
…Pero esa es mi voz ¡Necesito escucharlos a ellos! Ahora Yo quiero hablar con mis personajes:
Yo: (Atento y dispuesto.) Silencio…Únicamente, un momento de ritual interior, y te brindo la palabra hacia y desde la escucha… Dime, entonces, estoy contemplándote, ¿qué piensas, qué sientes?
Personaje: (Natural, espontáneo.) ¿Qué sientes, o piensas tú al preguntarme eso?
Yo: Necesidad ¿Y, tú? El posible interlocutor del imaginario del metalenguaje en un canto hacia la vida, ¿qué sientes? ¿Qué te hace estar tan seguro de lo que dices entre los discursos del mundo? ¿Qué dices cuando callas, y la cordura…?
Personaje: ¿Qué? No, mejor dime…A ti, ¿Qué te hace estar tan seguro de lo que dices entre los discursos del mundo?
Yo: No quiero escuchar esos discursos, sino tu voz del imaginario…
Personaje: ¿Qué dices cuando callas, y el hilo…Se tornado imperceptible a la cordura delirante…?
Yo: ¿Qué? ¿Qué significa eso?
Personaje: Esa pregunta ya te la has respondido tú desde el momento en que me la hiciste formular…
Yo: Yo no te hice formular algo, sólo te escucho, te imagino, me percato de tu ritmo de ficción, de tu realidad.... Y ¡Vaya que eres asertivo! Más que yo. Es que tú no tienes la duda, esa la tengo yo.
Personaje: ¿Dudar?, claro que dudo ¡Escúchame…! Estoy en el mundo de la posibilidad.
Yo: ¿Eres tú de verdad el que me habla?, o eres solamente un pensamiento discursivo, un diálogo interior sin lugar en el Topus Uranus.
…Como la negación y a la afirmación de nosotros y del mundo, eso también es la esencia del drama; el antagonista y el protagonista. El individuo y la sociedad, el consenso. Quiero una historia lejana con matices de cercanía. Una identificación sincera, hacer reflexionar y emocionar con emoción. Quiero escuchar una voz que cante: ¡Yo soy melodía pura! ¡Vivo y dejo vivir! Una voz que diga: pienso, y pienso porque existo, mi ser es antes que mi pensamiento, mas mi pensamiento es sustentado por el propio ser ¡Oh, vida serena y bella! Y si ninguno de mis personajes lo quiere decir, no lo obligare, mejor lo digo yo con mi nombre, en vez de hacérselo decir a alguno de los entes del imaginario. Antes decía a modo burlón: ¡si ésta es la realidad yo prefiero la locura! Un poco parafraseando el sentir filosófico de Nietzsche y retornado la filosofía Cristi de Roterdam, un Elogio de la estulticia, de la locura, y, acoto, parafraseando muy a modo personal tales ideas ¡Pero qué importa! Aquí en el imaginario de la razón puedo decir lo que quiera…Esto no es una tesis ni una investigación, bueno sí lo es, es la investigación de uno mismo ante el proceso reflexivo, y un planteamiento de la vivencia ante la forma personal de interpretar el mundo: un universo, un plan discursivo libre, como la vida. La hoja en blanco y la mente humana son disposición para la creación pura del vivir, es un reflexionar sobre y para la vida, es ensayar sobre uno mismo para dilucidar sobre el concepto de verse a sí mismo, es entonces una narrativa de la vivencia como ser humano, es una canto vivencial e interior, introspectivo sobre la experiencia reflexiva.
Roberto Fernando Tarratz Rodríguez
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