DULCE FRANCIA
“Il revient à ma mémoire des souvenirs familiers…”
“Il revient à ma mémoire des souvenirs familiers…”
DE
ROBERTO TARRATZ
I CUADRO
Dulce Francia
Personajes:
Matilde.
Eduardo.
Encargado-Immanuel.
Sacerdote.
Don Lauro.
Abogado.
Luciano.
Lugar: Cimetière du Montparnasse en París, Francia.
Tiempo: La actualidad.
Matilde.
Eduardo.
Encargado-Immanuel.
Sacerdote.
Don Lauro.
Abogado.
Luciano.
Lugar: Cimetière du Montparnasse en París, Francia.
Tiempo: La actualidad.
Día nublado, Matilde se encuentra enfurecida a las afueras de una oficina en el cementerio Montparnasse de París, junto a ella está Eduardo, quien un poco más sereno intenta calmarla. Los dos están vestidos con batas blancas y tenis deportivos.
Matilde: ¡No, no, no, y no! ¡Ya estoy hasta la puta madre…! ¡¡¡Qué vayan y chingen a su puta madre pero ahoritita mismo!!!
Eduardo: (La mira, la toma con suavidad de los hombros y le acaricia el pelo.) ¡Ya Matilde por Dios, ya no sigas con eso! Tranquilízate. Respira….Respira…Si continúas haciendo esos corajes, te va a dar el patatús y vamos a tener que pagar el doble, y con la cosa tan jodida, no creo, la verdad, que podamos alcanzar, esta vez, ni siquiera uno…De esos…De los que son más baratos. Tú nada más desquitas tus problemas con el primero, o lo primero que te topas.
Matilde: (Lo aparta, le quita las manos de su pelo.) ¡Pinché Eduardo! ¿Me tomas por tu pendeja o qué? ¿A poco crees que me lo voy a tomar así como así? ¡Ni puta madre! En cuanto lo tenga enfrente le voy a meter una pinché madriza que no se la va acabar.
Eduardo: ¿A quién…? ¡Qué ya te calmes Matilde! Te vas a enfermar, y eso ya sería el colmo.
Matilde: ¡¡¡Es que tu hermano es un verdadero pendejo!!!
Eduardo: Luciano no es pendejo, sólo se la pasa pensando en negocios, en su trabajo, es eso. Además no es su culpa, es culpa de los que atienden este sitio.
Matilde: ¿Negocios? ¿Negocios dices…? ¿Es un negocio estar puteando por ahí con sus amigas del trabajo, mientras es el funeral de doña Irma, aquí tan lejos de casa…
Eduardo: Es su trabajo Matilde: estar viajando. Ya lo conoces, así es, ¿qué se le va a hacer…? además la relación entre ellos ya estaba dañada. (Se toca el rostro intentando cubrir la palabra.) Como la de ustedes…
Matilde: (Lo mira contenida) ¡Es su madre Eduardo…! Bueno, era. No sé porque siempre es así, sólo le importan sus asuntos, su trabajo…Pero bueno, mejor toca la puerta y dile al señor que movilice las cosas, hace frío y este paisaje me pone de mal humor.
Eduardo: ¿El señor? El señor, ya movilizó las cosas. Bien decía doña Irma: “¡Que sea lo que el señor quiera!” (Ríe.)
Matilde: ¡No mames Eduardo…! No estoy para pendejadas, dile al encargado que ya nos atienda porque es urgente. Mira ya dejó de hablar por teléfono.
Eduardo: No ¡No mames tú Matilde! No me hables así…
Matilde: No te hagas tú también al pendejo; jamás te preocupó doña Irma…
Eduardo: Buena ella era la madre de Luciano, y aunque no me llevaba mal con la señora, yo casi no conviví con ella, era un poco extraña. No sé qué veía en ti que le agradabas tanto.
Matilde: ¿Qué quieres decir?
Eduardo: No nada…Está bien, está bien, (La toma por la cintura y le besa el cuello.) Sólo porque eres irresistible Matilde te hago caso. No puedo creer que estemos, los dos solos, aquí tan lejos, en la ciudad del amor, y lo primero que tengamos que hacer es venir a pelearnos en un cementerio.
Matilde: (Le corresponde el beso, e incrementa la pasión.) Venimos a trabajar, a estudiar, y esto surgió así, como así: la muerte repentina de Doña Irma…Aún no puedo creer que estemos en Francia, tú y yo, que todo el mundo lo sepa, y que a tu hermano le importe un bledo. Aunque podríamos verlo por un lado amable; este lugar es un sitio turístico.
Eduardo: Pues sí verdad, ya ni modo…Podemos dar un paseo y ver a las turistas…
Matilde: ¿Cómo…?
Eduardo: Ahhh…Sí, por eso, a los turistas…O a los que andan por ahí. De hecho este sitio es como la zona vip de los cementerios.
Matilde: ¡Sí, claro, estaría muy bien pendejear un rato! ¿No? ¡Pero necesitamos terminar esto rápido! …Porque recuerda que los dos tenemos una entrevista con el jefe del hospital. Si conseguimos la vacante ¡Bienvenida la ciudad del amor!
Eduardo: ¿Y Luciano?
Matilde: ¿Y Luciano qué?
Eduardo: ¿Ya le dijiste que es posible que nos quedemos en París tú y yo, si nos aceptaban la beca?
Matilde: Sí, lo sabe, y no le importó mucho que digamos. Me dijo que la compañía abrirá en los próximos meses vuelos a París y que a él le asignarán varios…
Eduardo: Por un lado comprendo a Luciano, la compañía donde trabaja es nueva, la industria es difícil, y él estudió muchos años para ser piloto, aun con el desacuerdo de su madre, y ahora que tiene la oportunidad, es natural que se comporte como lo hace…
Matilde: ¡Te la pasas defendiendo a tu hermano pero bien que que te coges a su novia! ¿No…?
Eduardo: ¡Ya basta Matilde respeta más el momento y el lugar!
El encargado de la oficina, cuelga el teléfono y se acerca, haciéndole un ademán al sacerdote que se encuentra sentado en un sofá de la oficina.
Encargado: Bonjour.
Matilde: Bonjour. ¿Habla usted español…? Parlez-Vous Fran...? Parlez-Vous Fran…çais...? Do you speak English…?
Encargado: Yes of curse…Buenos días ¿Ya le atienden….? No hace falta…Soy español nací en Madrid pero he vivido en Francia casi diez años.
Matilde: Disculpe es que apenas estoy empapándome del francés. Tengo un problema, creo que hay una equivocación con el servicio que solicitamos.
Encargado: ¿Cuál es el problema?
Matilde: Enterraron el ataúd equivocado. Hay que desenterrar el féretro de esta fosa, no corresponde. Metieron otro en nuestra fosa, ¿sí me comprende?
Encargado: Ya veo. Me permite su recibo por favor (Observa con detenimiento el recibo en tono reflexivo.)
Sacerdote: (El sacerdote se entromete en la plática mientras se encuentra comiendo y bebiendo una copa de vino.) Ahhh ¡Por el amor de Dios, no es posible que ocurra un acto así ante mí…!
Matilde: ¿Por qué?
Sacerdote: Que no ve que eso es un sacrilegio, perturbar el descanso…
Matilde: ¿De quién, del muerto?
Sacerdote: No ¡De mi momento para desayunar! Ayer me la pasé oficiando misa y hasta hoy me da tiempo de probar bocado como Dios manda hija. A mi edad estar oficiando misas todos los días es como aventarse La Tour de France…
Matilde: Miren disculpen que los moleste, ahora en su tiempo de meditación y desayuno, pero es que tengo mucha prisa, el día está horrible, a punto de llover…Tengo una cita importante y necesito que el ataúd de mi suegra sea enterrado en lugar que le corresponde…
Encargado: ¿Cuál es el nombre de su suegra?
Matilde: Bueno no es precisamente mi suegra, pero así le decía. No estoy casada, todavía, con su hijo, bueno, el caso es que su nombre es…Irma Florit Torres.
Encargado: ¿Florit…? ¿Florit Maréchal…? Bueno, entonces me parece que todo está en orden. Justamente estaba aclarando ese asunto hace un momento por el teléfono.
Matilde: ¿Qué? Creo que no me oyó bien. Dije Irma Florit Torres…
Encargado: Por eso lo digo, sí la escuche bien. Este era el nombre verdadero de la señora Irma: Florit Maréchal. Está aclarado en un papel legalizado que trajo el abogado de ella ayer por la tarde. La señora Irma tenía muchos bienes. Pidió que se le cremara, pero el ataúd lo trajeron hasta aquí, porque su hijo; el señor Luciano Garrido, notificó que el ataúd fuera enterrado en este cementerio, al parecer no sabia nada de una tal herencia. Por eso el abogado de la señora Irma vino ayer a pedir que el cuerpo fuera cremado, y que le entregáramos este papel a usted para que asista a la oficina de él, en el centro de París, con el fin de platicar sobre los bienes que dejó la señora.
Matilde: ¿Está usted seguro?
Encargado: Totalmente…Mire aquí está el papel.
Matilde: No lo puedo creer. ¿Ya lo escuchaste Eduardo?
Eduardo:(Se acerca presuroso y emocionado.) Sí, no me lo hubiera imaginado, que bien guardadito se lo tenía doña Irma. (Reflexiona un poco.) Bueno, pero sabes; ya vámonos, porque es tarde, y necesitamos llegar al hospital, a la cita con el director, nos quedan un par de horas nada más.
Matilde: Vámonos ya entonces, mañana vamos a ver al abogado…
Encargado: Disculpe tienen que ir a visitarlo hoy porque si no quedaran intestados los bienes de Doña Irma, eso dijo el abogado. Márquele usted si quiere, para que él le informe personalmente.
Matilde: ¿Tiene, usted su número?
Encargado: Claro, mire, aquí está…
Matilde marca por el teléfono y comienza a entablar una plática con la persona que le contesta.
Matilde: Sí, bueno, bueno…Bonjour…I´avocat est?...Miss Matilde Garza parle… Bueno (Se queda escuchando por un momento muy atenta y luego cuelga.) Me dijo que tenemos que estar en la oficina hoy mismo antes de las dos, de lo contrario el testamento de Doña Irma perderá su destino original, y quedara en el aire. La señora Irma dejó a una persona en particular, su dinero. (Silencio, atónita y explota.) ¡¡¡Me comentó que la señora me dejo gran parte de sus bienes!!!
Eduardo: ¿Cómo…? No puedo creerlo…Pero…Mira, Matilde ya son las doce y media. Se nos hace tarde para ir al hospital. Entonces, ¿qué hacemos? ¿Crees que eso sea verdad?
Matilde: No lo sé. Aunque, ¿por qué no habría de serlo si lo dice el abogado?
Eduardo: Mira, la verdad no creo nada de eso, y mucho menos en los abogados…Me interesa la cita con el director del hospital, así que ya vámonos…
Matilde: Y si todo es verdad, ¿si perdemos el dinero nada más por nuestra indecisión?
Eduardo: Bueno, no lo sé, pero de cualquier forma el dinero es para ti…
Matilde: Ya dejémonos de cosas, y vamos a ver al abogado. Total la cita con el director puede posponerse. Podemos inventar que nos perdimos entre las calles de París o algo así. Pues ¿Qué se le va hacer? Uno no recibe una herencia todos los días.
Eduardo: ¿Cómo? ¿Estás loca? Perderemos la beca…Deja de decir tonterías, y vámonos a la cita.
Matilde: Ve tú si quieres yo necesito ir con el abogado ahora mismo, con el dinero mejor me voy a Alemania.
Repentinamente llega un hombre mayor a la oficina.
Don Lauro: ¿Dónde está el cuerpo?
Eduardo: ¿De quién?
Don Lauro: ¿Cómo que de quien? De mi esposa…! No es posible que vengan a molestar el descanso, la santa paz de la señora! ¿Por qué demonios, ocurrió esto? Esa fosa nos pertenece por herencia familiar. ¿Quiénes son los que dicen que les pertenece nuestra herencia?
Eduardo: Estos y sus mentadas herencias…
Matilde: Disculpe señor, pero me parece que la fosa donde está su ataúd nos pertenece.
Encargado: Sí, mire, ocurre que se ha presentado un malentendido.
Don Lauro: ¡No es posible! ¿Conoce usted acaso el abolengo de mi familia, el linaje…?
Encargado: Don Lauro, no se moleste. Necesitamos ponernos de acuerdo, para solucionar semejante embrollo.
Don Lauro: ¡Pero de inmediato!
Matilde: Yo lo único que quiero es que el ataúd de Doña Irma sea enterrado y que ya nos podamos retirar así que ¿Ahora qué hacemos?
Eduardo: ¡Ya vámonos! De cualquier forma Doña Irma pidió ser cremada.
Matilde: Pues sí, pero…No sé…Es que…Y sí…
Matilde se retira apresurada, no sin antes besar en los labios a Eduardo.
Eduardo: (Le grita.) ¡Matilde, Matilde! ¿Qué haces? Era broma, no mames y ¿Qué madres vamos a hacer con la madre, con la mama de Luciano?
Encargado: Creo que si yo fuera ella haría lo mismo.
Eduardo: ¿Cómo? Ella esta loca ¡Es una cabrona! Talvez todo esto sea una de esas bromas de las que tanto le gustaba hacer a Doña Irma.
Encargado: No creo que sea así. Recibir, una herencia cuantiosa, no es algo que pase todos los días.
Eduardo: ¡Herencia, herencia! Puras mamadas…Pinche Matilde… Y ¿Qué vamos a hacer con el cuerpo?
Encargado: Creo que la señorita pasó por alto una pequeña clausula al salir corriendo, si no creman el cuerpo de Doña Irma no podrá recibir la herencia.
Eduardo: Por mi parte lo siento, disculpe Doña Irma, pero tengo una cita importante en el hospital.
Eduardo sale corriendo encolerizado.
Encargado: ¡De verdad que el dinero sólo le sirve a los vivos…!
Sacerdote: Sí, hijo, así es…A los vivos, y a los que son re vivos… ¿Quieres una copita de vino?
Don Lauro: Es inconcebible lo que ocurre en estos lugares de descanso. Tanta gente aquí, perturbando el descanso de los ilustres…
Encargado: Creo que ya está todo arreglado señor…
Sacerdote: Ehh, Don Lauro, me gustaría hablar con usted acerca de unas cuestiones sobre la muerte de su esposa, y las tarifas, el predio, el lugar, el descanso eterno y evidentemente, el costo, es decir, ya sabe este lugar es sagrado, no cualquiera es enterrado aquí. Los valores de la vida se recuerdan al contemplar este recinto…Cuidado, camine despacio… Casi se golpea con la tumba de Sartre…
Don Lauro: Ahh, no es la de Sartre, es la de… De Beckett… Y, en efecto…Ya lo sé… ¿Qué le parce si me acompaña con una copita de vino en mi residencia cuando tenga tiempo y hablamos de negocios, digo de tramites…?
Sacerdote: Sin duda es usted muy culto Don Lauro, me entiende perfectamente. Y no le quito más su tiempo, hasta pronto entonces…
Don Lauro se va y Llega Luciano a toda prisa, los dos cruzan mirada sin hablarse.
Luciano: Hola, hola ¿Ya se fueron estos dos cabrones? Bien muy bien…Buen trabajo, siempre es bueno contar contigo, gracias a ti Immanuel. Estos dos son unos cabrones, creyeron que me iban a hacer pendejo. Yo trabajando, mientras mi hermano se chinga a mi novia en París, y para colmo vienen al funeral de mi madre a cachondear… ¿Creen que soy su pendejo…?
Encargado-Immanuel: De nada Luciano, creo que era algo que debía hacer, por el favor que tú me hiciste hace tiempo… Sí, ya se fueron, uyyy, si supieras el lio que hubo hace un rato. Pero bueno ya solucionamos todo…
Luciano: Hace mucho que no hablaba con mi madre, pero ella merecía que estuviera en su funeral, a pesar de nuestros problemas.
Encargado-Immanuel: Lo importante es que estas aquí.
Luciano: No creí que me sirviera tener un amigo actor. ¡Un actor francés en un cementerio! (Ríe.)
Encargado-Immanuel: ¡Soy más español que francés y además estoy vivo! (Ríe.) Pero bueno tener un amigo piloto, es bueno de vez en cuando y más en el momento en que las vacaciones se aproximan, joder tío…
Luciano: Pinché Immanuel, ten tus boletos, lo bueno es que ahora me debían unos viáticos y pude sacar estos boletos...
Llega un hombre vestido de traje.
Hombre de traje-Abogado: Désolé… M. Garrido-vous…?
Luciano: Oui, je suis…
Abogado: ¡Que bueno que lo encuentro! Doña Irma dejó escrito que aquel que viniera el día de su funeral, si es que alguno llegase a venir ¡Por obra del señor! Recibirá su cuantiosa herencia. Aquí entre nos, su madre, siempre guardo la esperanza de que usted fuera a venir en ese día. Así, por lo que veo usted recibió el dinero.
Luciano: ¿Cómo? ¿Dinero? ¿De verdad tenia una herencia…?
Abogado: Sí, y como usted es el único pariente que está presente, la herencia le pertenece.
Luciano: ¿Así de sencillo?
Abogado: Sí así es…Además usted es su hijo. Sólo que el último deseo de Irma, y condición para entregar el dinero, es que el cuerpo sea cremado.
Luciano: De acuerdo…
Sacerdote: Pero… ¡Vaya que el señor es caritativo…! Verdaderamente…
Immanuel: Con razón se me hacia raro que el ataúd estuviera allí afuera como sin nada.
Luciano: Creí que tú tenías algo que ver.
Sacerdote: Bueno en vista de que no necesitan mis servicios, me iré, pero el tiempo para mi es dinero, claro está; salvación también; pero ante todo dinero, así que, le suplico que me dé ahora lo correspondiente a la renta de mis servicios porque, ya me tengo que ir…
Luciano: Tenga, Merci…
Immanuel: Bueno creo que esto no me lo esperaba y ¿Qué vas a hacer…?
Luciano: Pues evidente que aceptaré, soy el único familiar directo de mi madre, después de la separación con mi padre, ella estuvo sola, y a pesar de que vivió una larga relación con Doris, ellas terminaron muy mal. No imaginé que me fuera a dejar algo…
Immanuel: Después de todo tú eres su hijo.
Luciano: Pues sí, y ella mi madre…
Abogado: Bueno pues, firme aquí y está hecho.
Lucano: Bien, es algo que no me esperaba.
Immanuel: Y ¿Qué? Entonces ¿Ahora qué vas a hacer?
Luciano: No sé ¡Esta cantidad es verdaderamente estúpida! ¡Y es en euros! Creo que primero trataré de asimilar todo esto, y hacer las paces con mi madre. Ya que jamás pude entablar una discusión elaborada con mi padre, nos dejó cuando yo tenía siete años…
Immanuel: Por lo pronto creo que tu madre…Ya hizo las paces contigo.
Luciano: Sí, eso creo también debería hacer las paces con ella… Y a todo esto ¿Quién está enterrado en la fosa…?
Immanuel: No lo sé, quitaron el nombre por remodelación…No lo miré, por la premura de lo que me solicitaste… Pero creo que en la placa se encuentra el nombre. (Mira la placa.) ¡Pero si es! Ahhh, a ver déjame ver, sí, es: ¡Simone de Beauvoir…!
Luciano: Y evidentemente también Jean Paúl Sartre, Ahhh.
Immanuel: Entonces eran tres y no dos lo difuntos en disputa, ahhh (Ríe…)
Luciano: ¿Cómo…?
Immanuel: No nada, olvídalo.
Luciano: Otra vez vienen a mi mente recuerdos familiares…En la dulce…En la dulce Francia madre.
Luciano se queda un momento frente al ataúd de su madre y entona un fragmento de una conocida melodía francesa: Douce France.
Luciano: Au revoir mére… Te acuerdas de esa canción que tanto te gustaba…? “Il revient à ma mémoire des souvenirs familiers… Des romances sans paroles vieilles chansons d'autrefois… Douce France cher pays de mon enfance… Mon ciel bleu mon horizon ma grande route et ma rivière ma prairie et ma maison”.
Mira hacia el cielo y luego se retira del lugar…
Oscuro.
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