La narrativa como estilo literario, es lenguaje que juega entre una poesía descriptiva y una crónica inexistente. El narrador, sea en primera, segunda o tercera persona trata siempre de que el que este afuera del contexto, el observador o lector se una a un mundo distinto del que normalmente vive. Muchas veces es el lector el que sienta la vida y el movimiento, y hasta porque no, oler los ambientes además de que el mundo que se dibuja y desdibuja en cada página con la guía del escritor. En los libros por ejemplo de Dostoevsky, en el caso particular en su novela, El eterno marido, el lector siempre se encuentra bajo las espaldas de Veltchaninov quien nos va ir guiando bajo las inquietudes y las desgracias que lo lleva una vida llena de apatía, todo es reflejo, todo es consecuencia de las condiciones que el escritor pone para que el lector le de vida y movimiento a la narrativa. De cierta forma el juego lector-escritor es ya inherente desde las primeras páginas, poner las condiciones introductorios de la narrativa una de las partes más importantes. En el caso de Pedro Paramo, desde el inicio de su lectura percibe el calor y la claustrofobia, la claustrofobia de los personajes, ellos vivían aparte en esa dimensión pero era aquí donde se les otorgaba sentido y vida que a lo largo de la novela se percibirá en distintos matices y distintas situaciones. En el caso de Aleph el punto que es todos los puntos donde ninguno es, desde un principio Borges nos sumerge en la angustia del devenir, la muerte es opacada por un cambio de cartel, que ya hace distinto todo, un personaje obsesionado con describir el infinito, una apatía final que salvadora que nos regresa a mirar más hondo nuestras pretensiones. En el caso de Rayuela de Cortázar encontramos más marcado esta interacción entre la vida interna de la novela y movimiento que le da el lector a la obra, la obra del dios escritor adquiere sentido cuando nosotros le damos sentido, aunque el mismo tenga impregnada sus intenciones, pues en esta novela encontramos una interacción del lector, los personajes, las situaciones, y casi por el rabillo de las líneas de los párrafos al escritor. Borges aparece reflejado en sus personajes, Cortázar como demonio juguetón que nos invita a participar, Rulfo asfixiándonos con sus descripciones y sus sórdidos recuerdos. En su ponencia El problema de la obra abierta, Umberto Eco tiene un a intuición similar a esta, cito: “A estas obras (obra abierta), de un modo u otro le exigen al lector reacciones interpretativas muy libres, podríamos añadir otras obras que poseen en sí mismas como una especie de movilidad, una capacidad de replantarse caleidoscópicamente a los ojos del lector como nuevas dotados de perspectivas diferentes…”, continua, “…ciertas obras literarias que, por la complejidad de sus estructuras , por el complejo interrelacionarse de los planos narrativos, valores lingüísticos, relais semánticos, alusiones fonéticas, evocaciones míticas y modelos culturales, tienden, en la intención del autor, a vivir una vida propia, renovando continuamente sus propios significados…”
Como sea la narrativa también es un lenguaje simbólico codificado, es casi como mostrar lo más intimo, como si el escritor quisiera mostrarnos su interior más profundo pero disfrazado en un símbolo codificado, en una apariencia que no se es evidente, sino al contrario, es como un pensamiento complejo jugando con su sentido, su estructura mentales, sus experiencias, y sobre todo jugar con todo anterior pero en el lector. Es más, es un lenguaje que es accesible para todo humano, pues el simbolismo es una actitud humana de representación de su vida interior y exterior, que pretende meter al individuo en el mundo del otro que es siempre el mismo; cito El problema de la obra abierta: “La “sugestión” simbolista trata de favorecer no tanto una recepción de significado concreto cuanto un esquema de significados posibles todos igualmente imprecisos e igualmente validos, según el grado de agudeza, de hipersensibilidad y de disposición sentimental del lector”. Es un lenguaje que juega con nuestras facultades intelectuales, imaginativas, sentimentales que pretende sacarnos de nosotros para llevarnos a otro mundo y luego regresarnos otra vez en una percepción renovada; algo así como la dialéctica hegeliana, o dicho propiamente en términos de narrativa y guiones un inicio, un clímax y un final.
La narrativa no solo se da a niveles de símbolos lingüísticos, sino también en lenguaje visual, como el cine, o lenguaje musical, pero parece que la representación el juego y la combinación de toda la conciencia (me refiero a su estructuras mentales, categorías y las facultades como la imaginación, y los sentimientos) todo y cada uno está diseñada para que a nosotros (tesis, consciencia) salgamos de “nosotros mismos” otro mundo (antítesis, mundo de la novela) y regresarnos con algo de este viaje maravilloso que nosotros como seres humanos creamos, y que nos otorga la facultad maravillosa de la creación y caer en cuenta de nuestra calidad creadores (síntesis, conciencia renovada).
“Hanedel, cuando componía su música, era valiente, innovador, poderoso le impulsaba ese heroísmo del que es capaza un pueblo. Pero cuando trataba de consumar su obra, se sentía cohibido, frío e incluso enfadado consigo mismo; entonces se servía de algunos métodos aceptados en la ejecución, se ponía a escribir, apresuradamente y mucho, y se sentía dichoso de acabar, pero no con esa felicidad de Dios y de otros creadores en el ocaso de su jornada fecunda”. Nietzsche, El caminante y su sombra. Aforismo 150
Εγγραφή σε:
Σχόλια ανάρτησης (Atom)
Δεν υπάρχουν σχόλια:
Δημοσίευση σχολίου