PANDEUS EL GRIEGO
Soy más del que fue un instante, soy Pandeus. Ya no recuerdo mucho de mí, la muerte me ha cubierto con el manto del olvido. Lo poco que puedo traer a mi mente, es que fui un guerrero, uno de tantos valientes que perecieron por defender a su pueblo. Me enfrente inminentemente a la muerte durante una de mis tantas batallas, mis compañeros muertos me sirvieron de refugio contra los enemigos, pero las infecciones y el cansancio terminaron por apagar mi llama, ¡ gran Ares destructor de vidas¡. Desorientado caí, cerré los ojos, tenía los parpados pesados. Recuerdo que vi a unos compañeros tomar mi cuerpo, y envolviéndolo en una sabana lo llevaron en una carreta. También observe como preparaban una hoguera lo suficientemente grande como para cocinar a muchos corderos, recolectaban sin cesar madera. Terminando esto colocaron mi cuerpo sobre la hoguera, y dos monedas pusieron sobre mis ojos, la ardiente antorcha sirvió para encenderlo, ardía inevitablemente. Como aquel humo se desvanecía la escena. Ahora me encontraba en un extraño lugar supongo que era el Hades, era una cueva que tenia un río, un barquero se apareció ante mi, el famoso Aqueronte, el que llevaba a las almas en su último trayecto. Le entregué las monedas y el me invito a subir con un ademán. Desconcertado, naturalmente le obedecí y recorrimos el último viaje que haría… o talvez no.
Soy más del que fue un instante, soy Pandeus. Ya no recuerdo mucho de mí, la muerte me ha cubierto con el manto del olvido. Lo poco que puedo traer a mi mente, es que fui un guerrero, uno de tantos valientes que perecieron por defender a su pueblo. Me enfrente inminentemente a la muerte durante una de mis tantas batallas, mis compañeros muertos me sirvieron de refugio contra los enemigos, pero las infecciones y el cansancio terminaron por apagar mi llama, ¡ gran Ares destructor de vidas¡. Desorientado caí, cerré los ojos, tenía los parpados pesados. Recuerdo que vi a unos compañeros tomar mi cuerpo, y envolviéndolo en una sabana lo llevaron en una carreta. También observe como preparaban una hoguera lo suficientemente grande como para cocinar a muchos corderos, recolectaban sin cesar madera. Terminando esto colocaron mi cuerpo sobre la hoguera, y dos monedas pusieron sobre mis ojos, la ardiente antorcha sirvió para encenderlo, ardía inevitablemente. Como aquel humo se desvanecía la escena. Ahora me encontraba en un extraño lugar supongo que era el Hades, era una cueva que tenia un río, un barquero se apareció ante mi, el famoso Aqueronte, el que llevaba a las almas en su último trayecto. Le entregué las monedas y el me invito a subir con un ademán. Desconcertado, naturalmente le obedecí y recorrimos el último viaje que haría… o talvez no.
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