Teodicea (Una visión de Dios desde la filosofía occidental )
1 .La prueba de las verdades eternas
San Agustín empleó el argumento de las verdades eternas. Mismo argumento que defendieron San Anselmo, Malebranche, Leibniz, etc.
En las criaturas podemos observar normas invariables de belleza, de bondad, de justicia, etc.; en un plano ya no sensible, sino inteligible, es fácil darse cuenta de leyes inmutables, en matemáticas, derecho, etc. Y todavía por encima de estas, se encuentran los principios morales. Todas ellas son verdades necesarias, inmutables y eternas. Pero la necesidad, inmutabilidad y eternidad de esas verdades no puede radicar en las cosas, ni siquiera en el mismo hombre, ya que estos son contingentes, mutables y limitados en el tiempo. Si existen por encima del espíritu humano deben fundamentarse en un ser inmutable, necesario y eterno (Dios). Luego esas verdades eternas tienen su fundamento en Dios, que es la verdad misma.
Así expuesto el argumento de las verdades eternas, aun no siendo enteramente apriorístico, en último termino tiene el mismo defecto de fondo del argumento ontológico: el transito de lo ideal a lo real. Más todavía, puede fundarse una valida prueba metafísica de Dios a partir de la verdad de las cosas, como hace Santo Tomas en la cuarta vía (“se encuentra en las cosas algo que es más o menos verdadero” limitación en la razón de la verdad) o incluso un transito de la verdad finita a la infinita, como también hace Tomas de Aquino en el argumento que denomina ex incomprehensibilitate veritatis en el prologo al comentario del evangelio de San Juan.
Por su parte, San Anselmo, en seguimiento de San Agustín, en su Dialogus de veritate señala que la verdad eterna y subsistente que es Dios es causa de la verdad ontológica que posen todas las criaturas.
2. Prueba por la conciencia de la ley moral natural
Suele ser conocido con el nombre de argumento deontológico. En síntesis, este argumento en formulación similar a la de las vías, puede exponerse así: es manifiesta la existencia de la ley natural en la naturaleza humana, la ley natural no tiene en sí su fundamento sino que necesariamente es causada o participada; y no pudiéndose proceder al infinito en las causas legisladoras o productoras, es preciso admitir la existencia de una primera causa legisladora. Esta denominada ley eterna, que se identifica con Dios.
Ese principio legislador recibe el nombre de la ley eterna. Precisamente la ley natural se define como participación de la ley eterna en la criatura racional. Y la ley eterna no es algo emanado, causado o participado, sino que se identifica con Dios: es la misma razón de la sabiduría divina en cuanta directiva de todos los actos.
En el caso de Buenaventura, toda verdad, si es tal, solamente puede ser vista a la verdad primera; el entendimiento puede captar verdades solamente guiado por la verdad misma. El entendimiento humano puede captar eternas y alcanzar sólo mediante la iluminación que Dios, suma verdad, conoce a todo hombre.
Con Malebranche, se expone que las cosas se conocen en Dios. A partir de lo que llama la forma y de la idea del ser, que siendo eterna, requiere un sujeto eterno y absoluto, es decir, Dios.
Con Leibnz, las verdades necesarias, siendo anteriores a la existía de los seres contingentes, deben estar fundadas en la existencia de una sustancia necesaria.
3. Prueba por el deseo natural de la felicidad
Es conocido con el nombre de argumento eudemonológico. Se acostumbra a poner en el inicio de esta prueba aquellas famosas palabras de San Agustín de confesiones 1,1: “porque nos hiciste señor para ti, nuestro corazón esta inquieto hasta que descanse en ti”.
Para llegar a la demostración de la existencia de Dios es necesario partir de los efectos. Como dice Santo Tomas: verdad es que tenemos naturalmente cierto conocimiento confuso de la existencia de Dios en el sentido de que Dios es la felicidad del hombre, y por supuesto que el hombre, por la ley de la naturaleza quiere ser feliz, ha de conocer naturalmente lo que naturalmente desea. Pero esto no es, en realidad, conocer a Dios, como tampoco conocer que alguien llega no es conocer a pedro, aunque sea pedro el que llega; y de hecho muchos piensan que el bien perfecto del hombre, que es la bienaventuranza, consiste para unos en las riquezas, para otros en los placeres, y para otros cualquier otra cosa.
4. Prueba del conocimiento universal
También denominado argumento histórico, considera que la existencia de Dios es clara a partir del hecho de la admisión o consentimiento universal que los hombres de todas las épocas han tenido de dios. En el alma de todos os hombres existirá la conciencia de la existencia de Dios. Esta prueba fue consagrada por Cicerón (aunque procede del estoicismo) al escribir: “ómnibus innatum est in animo quasi insculptum esse deos”. La prueba como tal no tiene fuerza demostrativa, filosóficamente considerada, o cuanto no pude conducir a una certeza real, sino en todo caso a una gran probabilidad.
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